Siempre he pensado que la literatura se inventó para escribir sobre
aquellas cosas que hemos perdido. Muchas veces cuando me siento enfrente
del teclado es para escupir con rabia un sentimiento abstracto de
añoranza de una u otra índole. Personas, lugares, sentimientos y hasta
recuerdos fugaces que intento esbozar en mi mente sin conseguirlo.
Pérdidas grandes o pequeñas que sin saber por qué me despiertan de
madrugada acompañadas de un sentimiento de angustia muy difícil de
explicar.
Supongo que no todas las pérdidas son en si mismas
negativas. Algunas están mejor en el olvido, escondidas en el fondo del
armario, al lado de esa horrible camisa roja que nunca te has puesto.
Sin embargo, no son estas las que te hacen imposible conciliar el sueño o
las que te atacan por sorpresa. Son otras pérdidas, que guardas con
cariño en un lugar privilegiado de tu vida, por lo que significan o por
lo que pudieran haber significado, las que te remueven por dentro y te
asaltan de forma inesperada. Son esas pérdidas las que te conmueven y
hacen que te pelees con el teclado de madrugada.
Tengo treinta y un
años y puedo decir que he perdido muchas más cosas de las que quisiera.
Pero soy optimista. Pienso que esas pérdidas son solo un resquicio de
todo lo que he conseguido atesorar en estos años de vida…
… aunque a veces duela.
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Escribe lo que quieras, seguro que no es tan absurdo como lo que he escrito yo.